Por : Ramón Requena Guerrero

No me había enterado al detalle de lo que realmente venía ocurriendo en la educación nacional, hasta que me tocó ver de cerca la tremenda y dolorosa frustración de unas jóvenes postulantes a la Universidad Católica el pasado domingo 24 que no consiguieron los puntos suficientes para lograr el ansiado ingreso a esta prestigiosa casa de estudios, regentada por religiosos apostólicos romanos.

Las dos lloraban desconsoladamente rodeadas de sus compañeros, doce de los cuales habían conseguido triunfar de un total de sesenta alumnos de la misma academia pre universitaria. 

Apagaban su rabia entre lágrimas casi al centro de la justificada algarabía de los triunfadores y justo en frente de la enorme fachada universitaria que le había cerrado las puertas de la oportunidad a estas chicas victimas de un sistema educativo mediocre, corrupto, injusto y politizado, para remate, aunque ellas no lo sepan.

Mi ignorancia sobre el tipo de examen que ahora utiliza La Católica para terminar de frustrar las pocas expectativas de nuestros maltratados postulantes, había sido espectacular. Yo me quedé con el recuerdo de mi examen de ingreso de 1972, pero la distancia que existe entre éste y el de ahora, es sencillamente aberrante, injusto, abusivo y me atrevería a decir incluso, mis amigos abogados aclararan mis dudas, ilegal.

Para empezar, el precio sin variación que cobran estos sacerdotes para ganar el derecho a postular, es de alrededor de 500 soles, la misma cantidad con que una familia común y corriente comería durante un mes.

Considerando que más del 50% de la población nacional vive pobre, pues no me trago el cuento que este gobierno haya reducido la pobreza, ni siquiera la extrema, es un cobro absolutamente desproporcionado frente a nuestra calamitosa realidad socio económica.

Basta con caminar por cualquier barrio de Lima, y no hablo de los distritos populosos, para comprobar que la mendicidad ha aumentado y los niños que trabajan en la calle también se han multiplicado.

Si a esto le sumamos que el maldito exámen contiene un cuadernillo de Inglés avanzado para resolver, el abuso es clamoroso, pues en ninguno de los avisos publicitarios que hizo la Universidad Católica para la prueba del domingo pasado, menciona, o mejor, advierte a los postulantes que deben dominar casi a la perfección el idioma anglosajón.

El abuso y la sorpresa no quedan ahí, el exámen en mención en realidad es una exigente prueba de talento que no se da ni siquiera por casualidad en ninguna escuela privada ni fiscal del país, sencillamente porque la currícula autorizada por el Ministerio de Educación, la entidad rectora de nuestra educación nacional, no lo considera.

Entonces pregunto: cómo es posible que sorprendan a nuestros estudiantes con cuestionarios que jamás revisaron en su vida escolar? Es esto normal y legal? Si es legal, es una clamorosa estafa que amerita sanción que forme jurisprudencia, y si no es legal, cómo es que todo esto ocurre ante la vista y paciencia de autoridades municipales, judiciales y gubernamentales? Ambos casos configuran una situación irregular.

Para cerrar éste círculo de abuso con tufo a estafa, les diré que la Universidad Católica, a pesar del exagerado cobro que hace, no entrega ni un miserable lápiz ni borrador, confisca, al final del examen y sin ninguna explicación, el carné obtenido previo pago para identificarse a la hora de ingreso y ni siquiera respetar el derecho ganado (por el pago realizado) de los postulantes para reclamar el original u copia de la prueba rendida para examinar los errores y fallas cometidos, y, verificar el puntaje alcanzado. Elemental en cualquier evaluación, sobre todo si corresponde a una entidad privada con fines de lucro.

El resultado lo publican por Internet el mismo día y no hay lugar a reclamo señor ministro José Antonio Chang. Y ahora, qué hacemos?

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